04 enero, 2009

No Hay Horizonte Mas Allá De Las Estrellas



No hay horizonte más allá de las estrellas.

Ni sentado todas las noches sobre esa piedra, conseguía acertar con la vista otra luz que no perteneciese al firmamento.

Cuando la veía llegar, su sonrisa brillaba aún más que el Lucero. Sujetaba con gracia el candil en su mano derecha, mientras que con la izquierda levantaba el volante de su falda, sorteando con agilidad toda suerte de charcos que encontraba a su paso

Cuando llegaba a su lado, siempre le dedicaba la misma sonrisa, dulce y jadeante.
La luz que emitía el candil, mortecina en sus encuentros amorosos, era cómplice silenciosa de sus encuentros clandestinos.

No había reglas, ni clanes, ni odios...sólo había amor y deseo, mucho deseo intensamente sofocado, tras largas horas de silencio.

Al amanecer, un breve espasmo de miedo les recorría la espina dorsal.

Que terrible paradoja la del amanecer, contemplaban el espectáculo más maravilloso del mundo, la mezcolanza de colores áureos, con el despuntar de los rayos de sol, a la vez que la urgencia de la pronta despedida, les hacía cerrar los ojos para aferrarse a una falsa oscuridad.

Ya en la soledad de su lecho, a prontas horas del atardecer, con los ojos cerrados, aún podía sentir el sabor de sus besos en aquella gris y fría tarde invernal.

Tarde que tan sólo ella con su sonrisa, era capaz de convertir en toda una amalgama de luz y de color, propia del más frugal y maravilloso jardín del paraíso.

No había nadie a su alrededor, las cenas se convertían en lentas y cadenciosas sesiones familiares, tan sólo soportadas por la inminencia de su tan deseado encuentro.

Y ahí estaba ella, otra vez saliendo de la oscuridad, con su viejo candil anunciando su llegada, con su tenue luz revoloteando al compás de sus saltitos. ¡Ah ese candil, pues no se había convertido en la más valiosa de sus visiones, pues no era él y sólo él, quien era capaz de sacarle del más negro de sus temores al verlo centellear!

Abrazos que fundían dos cuerpos en uno, largas conversaciones sin despegar los labios, eran sus ojos quienes hablaban, nada interesaba, sólo el mundo que tenían entre sus brazos.

Fuera de él, todo era gris y lodoso.

Fuera de él, había recelos, envidia y dolor, el mismo dolor que le dejaron aquellos brazos que una noche en que el sueño les venció, le arrancaron de sus entrañas aquella mitad que formaba parte de su ser.

Aquel dolor, que le acompañaba cada noche, sentado en la misma piedra, tratando de que sus ojos vieran aproximarse aquel viejo candil centelleante, anunciando la llegada de la más valiosa de sus visiones.

Como si de un sediento que en mitad de un desierto se hallase sólo, perdido, triste y moribundo, a veces las visiones se apoderaban de sus ojos, ahora era ella corriendo y sonriendo, otrora cantando y bailando....

Pero no había candil, ya no había sonrisa jadeante, ni saltitos sorteando charcos, ya no había nada más allá del horizonte...

Sólo estrellas, que tintineaban mezcladas con sus saladas lágrimas.

8 comentarios:

El chache dijo...

Si lo hablabamos el otro dia.
Escribes de que te cagas.
Me ha gustado muy mucho.
Un saludete

papanatas dijo...

Me ha encantado.
Escribes muy bien.
Es un placer leer cosas asi.
Un gran saludo

huertas dijo...

No se suele tener la suerte de pasarse por un blog y leer cosas tan bien escritas como estas.
Un saludo

dexter dijo...

Que gran historia.
Me encanta tu blog.
Un saludo

carlitos dijo...

Genial. Que mas puedo decir.
Si lo es, lo es. Y punto.
Saludos

Belux dijo...

Ay Any!, qué melancolía más bonita,
me ha gustado la forma de describirlo.
Te felicito.

M. dijo...

JODER..pedazo de relato. ¡¡Menudo talentazo que te gastas!!
Besos

dr. X dijo...

Un relato buenisimo.
Un gran saludo